jueves, 7 de marzo de 2013

Hay personas líquidas. 

Sabes que existe esa clase de personas, que no son gente. Tienen huesos de agua y besos con sabor a sal, caminan sin hacer ruido, flotando, y van dejando un rastro de aire color limón. Esas personas se meten en tus sueños y te ayudan a escapar de alguna pesadilla, pueden detener el tiempo y luego darle cuerda al reloj. Son capaces de abrir mucho los ojos mientras hablas, cerrar tanto la boca y solo abrirla para aliviar el peso de tus hombros. Ese tipo de persona se diluye, cambia de materia, se convierte en vino y deja que te la bebas. Y así se queda contigo, dentro, para achucharte un poco el estómago mientras vives.

Un día me encontré con una. Y me la bebí. Ahora busco la forma de devolverle su estado corpóreo y poder preguntarle qué tal se está allí dentro. Si hay salida, que me la indique. 


Nota mental: las personas líquidas sólo te rozan el pelo, quizá el alma.