martes, 12 de noviembre de 2013

Hablamos de las máscaras.




  
Sabes esos rincones de uno mismo que siempre tienen la llave echada y las persianas siempre abajo. Esos espacios de un metro cuadrado en los que vamos acumulando, uno sobre otro, rostros de uno mismo para no encontrarlos a cada paso. Allí duermen, sin reloj ni sueño, las partes de nosotros que no queremos iluminar. Los yoes que hemos decidido ahogar, silenciar, quitar de en medio.

Puedo decirte que no me sueltes, que sin ti ya no quiero respirar. Puedo querer que sepas que no reconozco mis dedos cuando no pueden tocarte. O que sólo voy a ser capaz de entender el mundo si es colgado de tu mano.
Quizá necesito que entiendas que tu existencia es el único antídoto para el vértigo (…)

Pero nada de esto voy a decirte.
Mejor así, oculto, protegido, cobarde.


Menos mal que existen. Las máscaras.

jueves, 31 de octubre de 2013

Cualquier escena



Parece triste. O al menos preocupada. Está sentada en la última mesa, la que roza con la puerta del baño. Tiene el pelo bonito, de un color indefinido, diría que castaño, y recogido en una coleta algo despeinada. Sus ojos bailan entre la pantalla del móvil y la entrada del local. Apenas va maquillada, imagino que no lo necesita, es guapa, lo suficiente como para darse cuenta al primer vistazo. Me gusta el pañuelo que lleva al cuello, creo distinguir unas pequeñas calaveras dibujadas en la tela, ella mira el reloj, y no sonríe. De repente alza los ojos, y no distingo su color, pero se quedan fijos, inmóviles, mirando al frente. Sé que él ha entrado en la cafetería y ella parece que no respira. Su espalda llega a la mesa, se besan en las mejillas, pero yo sé que se conocen mucho más como para necesitar esos besos formales. Debe ser el público, que hay gente, y sus besos de verdad no admiten miradas ajenas. A veces ni las propias. Él se sienta dándome la espalda pero puedo ver sus manos. Se quita la chaqueta y la mira. Y la vuelve a mirar. Y la quiere con sus ojos. Y le habla sin voz, con silencio. Ella sonríe, de repente, y ríe con su boca y con sus mejillas, ríe con las manos y con su cuello. Ya no recuerda su tristeza ni su preocupación. Ya no recuerda que pensaba decirle que cuando él no está nada sirve. Que todo es muy complicado, que los vacíos son tan grandes, que el tiempo tan corto, que nada. Ya no va a decir nada. Porque él está allí y ya todo da igual.

Pago mi café y salgo del local. Pienso en el tiempo que estarán allí sentados, sonriendo. Eso es la vida, eso es vivir, me digo. Entonces yo también sonrío.

jueves, 24 de octubre de 2013

La estantería

Guárdame esos besos que acumulas.

Etiqueta cada uno de ellos y escribe mi nombre en su reverso. Quítales el polvo y sácales brillo. Busca un hueco en la estantería y colócalos en orden, por fecha y sabor. Dales mimos, acarícialos, cuéntales algún secreto. Pregúntales cómo ha ido el dia, si quieren algo para cenar o si les apetece una copa de vino. 
Quizá tengan ganas de asomarse a la ventana, de ver llover.

Que cuando caiga la noche, no falte ni uno.


Pienso ir a por ellos con el estómago vacío y así poder llenarme de ti. 

Cualquier día.

lunes, 14 de octubre de 2013

Todo bajo control



Ella me dice que lo tiene todo controlado.

Me mira con sus ojos limpios y sonríe, a medias, como hace cuando sabe que su verdad no es la verdad completa. -¿Y alguna vez es completa?- me contesta mientras da un sorbo a su cerveza bien fría. –Supongo que sólo cuando te contestas a ti mismo. Y ni eso.- le digo. –No me mires así, que ya estás con la taladradora haciendo agujeros infinitos. Y sonríe, esta vez completa, luminosa. Sonríe con sus ojos y su nariz, con las manos, con las pestañas, con sus brazos. Sonríe mientras clava su boca en mí y me dice, sin sonido: Si supieras que no lo tengo todo bajo control, saldrías corriendo.

Y quizá ella tiene razón. Saldría corriendo, pero siempre en círculos. Para comenzar y terminar siempre en su voz, sin sonido. En su sonrisa, a medias.

lunes, 7 de octubre de 2013

Cambios de sentido

Podría no ser quien soy y quizá ser mejor.
Peinar una larga melena oscura o rojiza o rubia. Calzar altos tacones y aprender a usar bien el eyeliner. Podría incluso saber más idiomas, arrastrar las eses, cocinar croquetas, no perderme por las calles, encontrar siempre la dirección correcta. Podría gustarme ser sensata, equilibrada, razonable. Vestir conjuntada y no tener sueño. No olvidar nunca las llaves, o perderlas siempre. Saber leer un mapa o no equivocarme con las cuentas. Podría ser realista, paciente. Hacer bien los planes y cumplir los objetivos. Podrían gustarme los negocios, las matemáticas, los números. Aprender a tocar el piano, a coser un botón, a silenciar el ruido. Podría no querer tanto, ser más justa, quizá un poco lógica, más adulta. Podría ser más valiente, o nada.

Podría ser otra mujer, pero no lo soy.

Nota mental: me pierdo en las rotondas, en las vías secundarias. Y siempre hay un cambio de sentido, menos mal.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Quiero saber

                                Quiero saber qué haces con mi ausencia

                                Si aderezas con ella las horas muertas,
                                Si la masticas, si la tragas.
                                Si la guardas en el bolsillo y la llevas de paseo.
                                Si la usas como almohada.

                                Quiero saber
                                si la sirves con mucho hielo y un poco de limón
                                si la compartes,
                                si es suficiente
                                si te quema o está fría


                               Quiero saber,                              
                               qué haces con mi ausencia, dime.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Lugares



Los lugares respiran.


Al abrir la puerta eres capaz de sentir de qué pie cojea la energía que rebota en las paredes. Los lugares hablan. Respiran. Sienten.
Sólo un segundo y ya sabes si allí tendrás un refugio o si sólo eres un huésped incómodo. Es la luz, el aire, las mesas. Es el color de las paredes, los marcos de los cuadros, la madera de los quicios.

Los lugares te aman. Y te odian. Les molesta tu presencia y se vuelven incómodos, maleducados. O quieren tenerte siempre, y te atrapan.

Los espacios también tienen ojos, y boca. Tienen nombre y callan secretos. Son baúles de recuerdos y escenarios de futuro.
Son nosotros, yo, contigo.

Los espacios te besan con besos líquidos, para que te los lleves puestos cuando salgas.
Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,
acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.
Luis García Montero

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La madurez entra sin llamar (capítulo uno)




Una sabe que la madurez ha entrado cuando, entre otras evidencias,  haces las cosas porque te da la gana. Porque sí. Fin de las listas de pros y contras. Esto lo hago porque quiero, porque ya sé andar igual de bien con zapatos planos que con tacones y porque no salgo a la calle sin un poco de anti ojeras.

El día en el que al otro lado del mostrador alguien te dice: ah, sí, usted (eh) ya necesita una crema antiarrugas, que cumplidos los treinta (y pico) la piel ya lo va notando (¿?), ésta es perfecta, anti brillos, anti arrugas, anti flacidez… Ese día, con esa crema y cien más, llegas a casa, o apuras en el maldito espejo del coche –que todo lo ve- y descubres que sí, que la tipa que vive detrás del mostrador tiene razón, que ella te ha visto lo que tú no has sido capaz de ver hasta ahora, que tienes surcos justo al lado de los ojos,  que tienes brillos, que las patas de gallo han llegado a tu vida, y lo hacen para quedarse. Que te han llamado de usted y eso es muchísimo peor que cualquier arruga y cualquier pata de gallo del mundo, por muy ariscas que éstas sean.

Y de repente pero no por casualidad, plinnn! Empoderamiento del tirón. Una se levanta una mañana de la cama conectada, valiente, madura. Con sus arrugas y su semi flaccidez diciendo buenos días, y con el café del desayuno endulzado con algo más de calma.

Con los mismos problemas  pero con modificación de perspectiva.
Con las mismas carencias, defectos, virtudes, ansiedades. Pero diferente.

Así que Usted, que no piensa dejar su bipolaridad afectiva, ni va a dejar de apretar barriga para cerrar botones, ni de calzar deportivas de colores, ni de sentirse diminuta y no por ello menos grande. Usted, que piensa seguir siendo felizmente inmadura, ahora ya ni pide permiso ni pide perdón. Y eso compensa todas las arrugas, toda la flaccidez y todas las ojeras del mundo.

Nota mental: mis amigas de cuarenta se pintan los labios de rojo pasión, practican el alisado japonés, el reiki y las fiestas de pijamas. Y encima, están conectadas. Y empoderadas.

martes, 10 de septiembre de 2013

Abstinencias

El síndrome de abstinencia tiene carácter reservado. Y múltiples variables.

Puede sentirse como una punzada en el centro mismo del estómago, trepar hasta la garganta, y quedarse allí, asfixiando. O se convierte en una energía infinita que se agarra a las horas y a los minutos haciéndolos lentos, babosos, eternos.

El síndrome de abstinencia es alargar la  mano con sus dedos y sus ganas y agarrar el vacío. Saber que hay cosas que decir pero no hay tiempo para escuchar. Es olor.
 

La necesidad silenciada,
Hambre, escozor, tu voz.

martes, 3 de septiembre de 2013

Idiomas



Le gusta la forma de sus manos. Y su textura. Sabe que puede perder sus delgados dedos entre los de él y que todo encaje. Lo sabe antes de hacerlo, le basta mirar cómo sus manos se mueven mientras habla. Cómo apuntan hacia la mesa antes de alcanzar la botella y servir más vino en las copas, cómo se abren y cierran guiadas por la intensidad de su conversación.  Las manos dicen tantas cosas como la boca, o quizá más. Los ojos también, pero tienen menos pudor. Pero las manos. Con sus dedos y sus muñecas y sus antebrazos. Ellas callan más de lo que saben.

Hay manos torpes, frías, ásperas. Manos delgadas y cargadas de huesos. Manos ligeras y otras sin tacto. Pero sus manos. Las suyas tienen el color justo para besarlas. La calidez en equilibrio con la dureza. La forma justa para agarrar un cintura y no soltarla, le fuerza necesaria para sostener una nuca camino de un mordisco en el labio. Sus manos abren caminos y cierran puertas. Hablan idiomas, bajan cremalleras y suben faldas. Sus manos son la entrada a cualquier sitio donde hace calor. Y frío.

(...) Mira sus manos mientras él saluda cordial, como si nada. Cuando ya han regresado a ser lo que son a veces.

Y entonces son los ojos, los que nada se callan, los que hablan en voz alta.




lunes, 2 de septiembre de 2013

Septiembre

Ya sabéis que ha llegado septiembre. Para quedarse, como siempre. Porque septiembre es un mes que se queda. Y ya no se marcha hasta el año que viene, cuando volvamos a quejarnos del calor, cuando comience la operación biquini y cuando abran las piscinas.

Septiembre es el compromiso. Promesas de cara al espejo con los dedos cruzados en la espalda. Porque quién aguanta el invierno con fidelidad a la causa del optimismo a cuestas. 

Septiembre llega y
ella sigue en otro sitio, haciendo de madre sin serlo, modelando comportamientos infantiles en otro idioma, haciendo nudos de corbata en pequeños cuellos de camisa y comiendo siempre a una hora menos. Está lejos porque en este puto país ya no hay sitio para nadie. Está en otro sitio conduciendo por la izquierda y  haciendo cosas que no quiere porque aquí no tiene ni un metro cuadrado para sobrevivir. Todo hipotecado, robado, desahuciado.

Vamos a montar un pequeño país para los buenos que no están, los que tienen de paseo sus maletas y sus mentes. Un país donde el esfuerzo y la capacidad muevan las opciones, donde la inteligencia sea la moneda de cambio y donde la bondad sea imprescindible para fichar cada mañana. Sin reformas laborales asesinas, sin subidas infinitas de tasas universitarias, sin caciques ni dictadores ni súbditos cobardes. 

Un país pequeño, pero de verdad. 
No sabemos qué lugar ocupará en el mapa. Pero eso no importa, ¿verdad?


Nota mental: hay muchas copas de vino que tomarse aún.

domingo, 28 de julio de 2013

Silencio y ruido

He podido pasar cientos de veces por tu lado sin mirarte. 
Rozar nuestros codos en cualquier ascensor, observar tus manos danzando entre el resto sin saber a quien pertenecen, sin entender que existes, que respiras, que estás.

He podido ver tu espalda alejarse sin notarlo, contestar a tu mirada con educación, pasa tú primero, gracias, hoy parece que refresca. 

Hemos podido hacerlo todo sin hacer nada. Habitar el mismo espacio, transitar un camino compartido, escuchar la misma música, quizá.

Vivir cerca sin saberlo.

-O saberlo desde siempre-. 

He podido tomar conciencia de ti sin querer. Por un buenos días. Por una sonrisa o por nada. Convertir tu presencia cotidiana en el café de mis mañanas. Respirar sólo por tu boca, escuchar únicamente tus sonidos.

El espacio toma tu forma. 
Te conviertes en mi alimento y sin saberlo- o sabiéndolo desde siempre- me quedo en ti.

Del silencio al ruido. 
De la nada al todo.

Nota mental: gracias por contarme cosas bellas, tan bellas como descubrirnos sin querer.



martes, 23 de julio de 2013




En la carta de besos los hay de todo tipo y sabor, te digo.
¿Los has probado todos?
Algunos.

Los besos de despedida. Concentrados y con sabor a melancolía, pueden tener un punto amargo o llevar tanto tiempo en el fuego que ya no saben a nada. Ni siquiera a fin. Esta clase de besos pueden ser eternamente largos y durar tanto tiempo como uno es capaz de recordarlos. O los besos de principio, a veces algo torpes y otras sorprendentemente sabios, pero siempre esponjosos y suaves, diminutos. En ocasiones, se juntan ambos, los que abren y los que cierran, temporalmente, la historia en la que quizá quepan otras muchas categorías, infinitas. De besos varios.

Nota mental: y los besos con sabor a luna llena. Pero a esos nos les hacen falta adjetivos, ellos son así, completos.

viernes, 19 de julio de 2013

Sin reglas




Te cuelas entre las rendijas de la ventana
Sorteas los candados, las rejas y los tejados
Te arrastras por la habitación, y te instalas en los cajones.
 
Me miras sin rostro
Abres la boca y te comes los rencores
Destruyes los retratos y los recuerdos
Asesinas los antiguos amores contrariados
Y te quedas.

Sin tiempo ni vuelta
Sin forma ni reglas.

Ahora que llegas aquí
Sin haberme notificado tu presencia
No abriré mis piernas para que salgas.

lunes, 27 de mayo de 2013

Me he quedado sin tiempo. Vuelve mañana y te beso-, me dices.




 


Esta mañana tengo las manos frías. Aún está de estreno la semana y yo me siento ya a finales. Debe ser que no estoy acostumbrada a abrigarme demasiado. Soy más de equivocarme que de saber, más de palabras que de silencios y mucho menos de otros que de mi. Viajo siempre con la cabeza en la ventana, por si alguna ráfaga de aire puede despertarme, no me gusta la falta de pasión ni los excesos de drama. No uso cepillo para el pelo, me olvido de limpiar los zapatos y odio planchar. Podría alimentarme de nueces, de uvas, de macarrones y de chocolate. Bebo cerveza pero no mucho y algún café. Me gusta el vino, el rojo y la vida. También el amor. Fui libre en otra época, cuando el reloj sólo adornaba y el calendario era para las estaciones. Pensaba poco y hacía mucho. Ahora sólo pienso y casi no hago nada. Si algo ha cambiado es eso, ahora todo tiene una causa, una consecuencia y una realidad. Y yo las busco pero casi nunca las encuentro. Porque quizá no hace falta encontrar nada, porque son ellas las que vienen a buscar a uno.

Quítame un calcetín, y otro. Sácame el pantalón y rózame con tus dedos. Pasa tus manos por mi vientre o por mi espalda. Y déjame que me beba a ratos tu boca. Y tu saliva.
Que pueda llevarme tu olor hasta mañana, para calentarme con él mis manos frías.






jueves, 23 de mayo de 2013

Nos matan



No hay derecho a tener que soportar cómo nos asesinan.
Cómo agotan nuestras vidas un día tras otro, cómo nos cargan de insultos y de golpes.

No hay derecho a tener que soportar los restos de saliva goteando en nuestra frente. 
Nuestros hijos, alimentados en nuestros vientres, huérfanos, solos.
Y sus madres muertas.



Lo que queda del naufragio, de las contusiones, de los gritos.
Cómo nos humillan mientras mantienen nuestras muñecas silenciadas con grilletes.
Un día. Y otro más.

Con sus repugnantes y patéticos cerebros de asesinos esparcidos por la habitación.

Mientras, ellas, nosotras, muertas.

Gritos en la noche. Luego, el silencio.

viernes, 17 de mayo de 2013

Ceniza










Echo el humo sobre
tu fotografía

un poco de alcohol
sobre tus pantalones,
en tus calzoncillos,
sobre
tu lado de la cama

Prendo una cerilla
justo al borde de tu boca

a ver si te conviertes en ceniza

y tu recuerdo.

Nota mental: He acabado entendiendo por qué la primavera no necesita poemas.Y por qué yo sí te necesito a ti.

lunes, 13 de mayo de 2013

Desaprender



Desaprender tiene mucho de olvido y mucho más de presente. Tiene que ver con casas que se airean y con mapas que se olvidan. Desaprender es regresar para cambiarlo todo. Y que alguna cosa se quede en tus bolsillos.

Desaprender es modificar la ruta para llegar al mismo sitio, pero diferente. 
Dejar espacio en los armarios y cambiar de perfume.

Desaprender es aprender a olvidarte.

Tirar cajas llenas de ti.

Y después de dar muchos pasos para andar el mismo camino uno descubre un atajo. Se borran las huellas ya fijas en la tierra y se descubren unos pies nuevos, quizá más ligeros. Quizá los caminos sean siempre los mismos y son nuestros pasos los diferentes.

jueves, 2 de mayo de 2013

Nada


Cuando te pienso se apaga la luz, sólo hay silencio.
Se callan las voces, enmudece el ruido, mueren los colores.
Cuando te imagino, cuando te recuerdo.

No eres nada.
Eres todo en lo que yo te he convertido.
Yo te he dado nombre, peso, contorno. Yo te he dado rostro y luz.

Y tú te has ido.
O nunca has estado.




lunes, 29 de abril de 2013

Que sean ellos...

Ella ya ha superado la treintena, de sobra. Y lleva varios años acariciando su vientre a ver si cualquier día alberga vida. Se queja de que su pareja de largo tiempo no está por la labor de lanzarse a la aventura de biberones y pañales, y así va pasando el tiempo, infatigable. Un día descubre que el calendario se le echa encima y pone sobre la mesa su futuro. No hay pasaporte para la paternidad y el punto final hace acto de presencia. Una mudanza, muchas lágrimas, un vida desde cero, meses y meses que cuelgan como piedras en los bolsillos. Al final, un nuevo comienzo. Amor, encuentros y deseos compartidos. Otra vez la caricia en el vientre, el pasaporte en vigor y el mundo de frente. Una mañana todo se tiñe de rosa. Da positivo el futuro y sus ganas. Por fin el momento de ofrecer una vida nueva al mundo, de cumplir un deseo, de amar así, tan diferente. No tiene suficiente cuerpo para albergar tanta alegría ni de repente tanta fuerza como para querer seguir viviendo. Todo el amor del mundo concentrado en su vientre no podrá moverse, ni jugar, ni hablar.
Ella, rota y descompuesta en millones de lágrimas, decide no darle una vida injusta. Decide romperse, destruirse, antes de obligarse a firmar una condena eterna.

Y ahora, que vengan ellos, con sotanas, alzacuellos o carteras ministeriales a decirle una sola palabra. Que vengan ellos a colarse en su útero, en su sangre, en su corazón, en su pena.
Que sean ellos, los que tengan la desvergüenza de opinar.

jueves, 25 de abril de 2013

Y de repente, vulnerable.

Y un día, eres vulnerable.

No es que antes no lo fueras, potencialmente. Es que hoy tu vulnerabilidad se coloca a la altura de tus narices y salpicándote con su saliva te susurra: ya sabes que puede pasarte a ti también. 
Sin colorantes ni conservantes, sin edulcorar. Eres vulnerable y ya lo sabes. Lo sabes, pero bien. No lo intuyes, lo presientes o lo supones. Lo sabes y punto. Tan real como que si te pellizcan el brazo, molesta.

No hace falta que haya ningún acontecimiento trascendente, ningún punto de inflexión épico, ningún telonero con platillos y trompetas. Basta una arruga que cuenta que el tiempo ha pasado, una  mañana de resaca incurable, un señor o señora en la cola del autobús, que hace ya diez años de aquello, veinte o quince. 

El tiempo suma a la evidencia de tu vulnerabilidad. Y la certeza de que a los que son como tú también les ocurren cosas malas. Ser consciente de que ha dejado de protegerte la burbuja de la inmunidad, de que ya no hay reserva de vacunas infalibles. Eres como todo el mundo. Sin más. 

Ahora hay que poner más atención al barro que pisas, que ensucia.


Nota mental: hoy la vulnerabilidad convive con la tragedia de más de seis millones de personas que no tienen un sueldo a final de mes. Ni empleo, ni futuro, ni luz, ni calefacción. Ni comida.

jueves, 4 de abril de 2013

Otras vidas

Me pregunto si existe la posibilidad de escapar del cuento.

Cualquier día, sin aviso, preaviso ni hora determinada, se me agarran al cuello las ganas de huir. Dejo el vestido azul claro, los zapatos de cristal y la sonrisa, arrugados en el suelo. Lleno la mochila de ropa cómoda y zapatillas con cordones, un impermeable, la cámara de fotos, lápiz y papel. Subo a cualquier medio de transporte, real o imaginario, aprieto las pestañas desmaquilladas, y sólo vuelvo al mundo cuando todo se ha hecho tan pequeñito como hormigas. Todo atrás. No más calabazas, carrozas incómodas, ratoncitos, coser, cantar o mirarse al espejo. Ya no soy yo. Ya no hay varitas ni madrinas.

Quién no ha querido alguna vez escapar del cuento. Ser otro, otra, o nadie. Dar la vuelta a la vida como a  un calcetín usado, rehacer decisiones, escoger otros caminos, no subir a ese tren y continuar andando. Quién no ha pensado alguna vez cómo sería todo si en vez de respirar como princesa, durmieras como bruja. 

Aprendería a recitar conjuros, a cocinar pócimas, envenenaría manzanas y volaría en mi escoba. Haría ruido como mi risa escandalosa y guardaría en mi armario el sombrero puntiagudo.

Vivir otras vidas. Perderme en otros mapas. Equivocarme de nuevo.

Nota mental: Escondida tras la letra E, del Érase una vez del comienzo de mi cuento, veo a gente sin casa, sin trabajo, sin ganas y sin esperanza. Veo el país de las maravillas convertido en tristeza. 

Pero oigo también una melodía, a lo lejos, la voluntad y el futuro de los que aún tenemos ganas de escribir la historia sin comer perdices.

jueves, 7 de marzo de 2013

Hay personas líquidas. 

Sabes que existe esa clase de personas, que no son gente. Tienen huesos de agua y besos con sabor a sal, caminan sin hacer ruido, flotando, y van dejando un rastro de aire color limón. Esas personas se meten en tus sueños y te ayudan a escapar de alguna pesadilla, pueden detener el tiempo y luego darle cuerda al reloj. Son capaces de abrir mucho los ojos mientras hablas, cerrar tanto la boca y solo abrirla para aliviar el peso de tus hombros. Ese tipo de persona se diluye, cambia de materia, se convierte en vino y deja que te la bebas. Y así se queda contigo, dentro, para achucharte un poco el estómago mientras vives.

Un día me encontré con una. Y me la bebí. Ahora busco la forma de devolverle su estado corpóreo y poder preguntarle qué tal se está allí dentro. Si hay salida, que me la indique. 


Nota mental: las personas líquidas sólo te rozan el pelo, quizá el alma.

miércoles, 13 de febrero de 2013

El olor a quemado

Cuando me entran ganas de escribir lo primero que hago es ahogarlas. Pienso en otra cosa, levanto los brazos, los bajo, muevo los tobillos, respiro hondo, me doy una vuelta por la habitación. Pienso en cosas bonitas. Un paseo por la playa, una tableta de chocolate, un poco de sol. Abro y cierro los ojos, un par de veces, tres quizá. Hago cualquier cosa que se me ocurre con tal de no enfrentarme al color blanco. La mayoría de las veces lo consigo, he depurado tanto la técnica de distracción, que sólo puede conmigo en una de cada diez ocasiones. El resto, triunfo.

Pero, cuando como hoy, las ganas de escribir superan a cualquier técnica disuasoria encontrada hasta el momento, no tengo más remedio que hacer memoria y recuperar el modelo unapalabradetrásdeotra.
Y aquí estoy.  Otra vez.

El tema. Ya sabía yo que el problema era justo ese. 
El tema, el motivo, el argumento, la cosa. De qué y por qué. Sobre qué. Y cómo.

Será que ahora hay tantos qués con olor a quemado que me escondo.
Y silencio.