martes, 31 de julio de 2012

No quiero escribir hasta que tenga algo positivo que contar. Y no es el caso. 
Llego a los últimos minutos de este mes con el depósito vacío, las ganas suspendidas y la esperanza sin posibilidad. Es un extraño verano, donde parece que se han evaporado los paréntesis, donde el calor no implica descanso, donde parece que te vas sin irte. 

Aún no he salido de aquí y ya siento la presión de la vuelta. Qué hastío.

De camino, a todo volumen: por ti sería una mezcla de beata y ramera, dignísima gente, rastrera...FAN-TÁS-TI-COOO...parapaparapaa...

Y llego, y viene alguien y lo jode.

jueves, 19 de julio de 2012

Escondites-Refugio


La lista de cosas por hacer (y en ejecución) es tan grande que ya no me cabe en el bolsillo. La llevo colgada del cuello, arrastrando desde mi espalda al suelo. Eso me da un ligero aire a heroína de cómic, una SuperGirl treintañera que ya ni se pone demasiado tacón ni faldas muy cortas.

Por eso apenas tengo tiempo de sentarme a escribir, taza de café en mano, y contar, por ejemplo, que siento este mes con nombre de emperador como una losa sobre mi cabeza. No recordaba lo largos que pueden ser treinta y un días. Más aún cuando los termómetros de la carretera te alertan a cada paso, cuidado, peligro, esta ciudad está a punto de explotar. Busque refugio.

Yo tengo algunos. Escondites secretos plagados de trampas. Tienen nombres de personas y yo, cariñosamente, les llamo sólo por su inicial: está V, P, E, A, J, G…así me resulta más rápido buscarlos en el smartphone cuando tiemblo y me asusto.

Mis escondites saben que lo son.

Y por eso guardan en la nevera mojitos con hielo, cervezas, cariños, escuchas, subidasdeanimo, mensajes, claroquetentiendo, yopiensolomismo y tengoganasdeverte.
Y gintonics, camarero, un par de ellos.

Gracias a mis refugios, el mundo tiene sentido. Todo lo contrario a lo que uno siente cuando se encuentra solo y aburrido perdido en la tormenta.

Nota mental: replantearse las estrategias a cada paso es una forma de mejorar el camino.

viernes, 13 de julio de 2012

Que se jodan


Mientras este país nuestro está sufriendo una de las peores situaciones de su historia reciente (y digo reciente por no tener que remontarme al horror de los años 30 y 40) un grupúsculo de hombres trajeados y señoras con tintes recién puestos y faldas de tubo aplauden como monos de circo a otro señor, éste con barba y acento silbante, mientras anuncia el mayor recorte, el atentado más salvaje contra el hasta ahora conocido como estado del bienestar. Nuestro estado ya no está bien.
Ni  siquiera está.

Siento arcadas. Y siento miedo.

Sé que nada va a volver a ser como antes y no encuentro refugio, porque no existe. Le doy volumen a mi optimismo cada mañana, levanto a mis hijos de la cama esperando que de repente todo desaparezca y que apenas quede el mal gusto de un mal sueño.
Pero el eco de las protestas es demasiado fuerte.
Y las lágrimas de los que ya no encuentran salida hacen mucho ruido al chocar contra el suelo de la calle.

Dónde vamos, y de qué manera. Qué camino nos espera y cómo vamos a transitarlo.

Nota mental: el volumen de mi optimismo hoy ya no da más de si. A ver mañana.
 
Nota mental II: a esta tipa deberían cesarla de inmediato, quitarle el carné de su partido y hasta el carné de persona. A ella y a todos lo que en vez de llorar, aplauden.



martes, 10 de julio de 2012

Mensaje abandonado en el contestador

Ha sido estupendo estar a vuestro lado.
Sentir que por estas risas compartidas merece la pena estar en pie.

Ellos saben que les quiero. Y que mi felicidad, siempre será la suya.

Nota mental: hay que agradecerle a la vida que algunas personas estén en tu camino. Sin ellas, la lluvia moja más.

martes, 3 de julio de 2012

Alguna canción

Existe música para pasear, para correr, para llorar, para despertar o para dormir. Hay canciones que hacen recordar, otras que es mejor no escuchar, letras que dibujan rostros, compases que son momentos, horas, segundos. Voces que pueden devolverte a otros tiempos, a otros lugares, a otros días. Títulos que te llevan a quien eras ayer, que te hacen recordar cómo sentías, qué pensabas y qué esperabas.

Existe música para acompañar.
Y otra para disfrutar en silencio.
Alguna que precisa un gin tonic en copa de balón, algún reproche y poco más.

Otras que son un regalo, una declaración de intenciones, un trozo de amor.
Un beso con ritmo, el corazón en bandeja.
Canciones que lo dicen todo y otras que sólo gritan,
música para solicitar un rescate,
y quizá, 
para sellar un trato.






Nota mental: una de ellas, para empezar. Maldita dulzura.