martes, 24 de abril de 2012

Piedad

Providas a discrección: me sonroja imaginarlos con sus hijos a cuestas, portando pancartas, gorras y silbatos, gritando por las calles el derecho a la vida. Así, con su prole de la mano y empujando cochecitos de bebé. Sintiendo que lo mejor que pueden hacer tras cumplir con la misa dominical es defender públicamente la vida. Y acusar a los otros, a  los malos, a  los pecadores, a los depravados, de defender la muerte. Y ahora qué. ¿Acaso no piensan salir a la calle a defender el derecho a la vida, el derecho a la salud? ¿Acaso no va en contra de la vida dejar de atender a personas en los hospitales sólo por carecer de papeles? ¿Eso no es antivida, antifamilia, antihumano? Me avergüenza saber que para todos esos providas de pacotilla sólo tienen derechos aquellos que parecen ser como ellos. Las vidas de los demás no merecen ser salvadas. Salvo, claro está, si son las manos que cuidan de sus hijos, de sus casas y de sus lavadoras.

La espiral de las no buenas noticias: si pudiéramos hacer una lista con las no buenas noticias que se han ido sucediendo en los últimos días podríamos empapelar una habitación de tamaño estándar. Hay tantas que unas van tapando a las otras, se van poniendo en cola y van saltando cada vez más deprisa "yo soy peor aún que la anterior, abran paso". No podemos escapar de ellas ni de su energía ni de su desastre. Nos acechan detrás de cada esquina, en el metro, en el coche, en la cocina...dispuetas a pisarnos la nuca si intentamos levantar cabeza. Qué bien le está saliendo la jugada a los que nos quieren humillados, llorosos, destrozados. Qué bien jugadas las cartas del caos. 

Cuando todos estemos de rodillas, pisarnos va a ser mucho más fácil.

Nota mental: soy la parte que se queda. Y no voy a moverme hasta que consiga entender cómo vamos a salir de aquí.



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